viernes, 9 de octubre de 2020

¡Libre soy!

 Poco más de las diez de la noche en Hong Kong. Salí a las 7 de la mañana del cuarto donde he estado sobreviviendo 14 días. O eso creia yo. La verdad es que mi supervivencia comienza ahora. Cuantísima gente tan temprano andando a una velocidad mayor que la mía (que ya es alta), qué de edificios altos, innumerables rascacielos, comercios y negocios que llamaban tu atención con esas luces y decorados exóticos... Y a la vez, algún puesto que otro de mercadillo humilde y parejas nativas de ancianos que asentían con la cabeza como señal para darte los buenos días.

Caminé rápido hacia el límite de esa parte de la isla donde me encuentro para ver por fin agua, para ver la otra parte de la ciudad a lo lejos, pequeños barcos y sombras de montañas que te hacían confirmar que es posible que pueda haber tanta variedad de paisaje en una misma ciudad. No podía parar de mirar. Cada vez me hacía y me sentía más pequeña: "¿qué hago aquí? ¿De verdad podré?". Han sido tantísimas las emociones que se van acumulando y más la cantidad de información que me han dado en mis visitas a los trabajos... que no he podido evitar dejar que alguna que otra lágrima cayera. Eso sí, el colegio me ha encantado. Muchas ganas de presentarme ante los pequeños. Espero con ansias ese recibimiento.

Estaba deseando, aunque ni yo misma me lo creyera, volver a la habitación donde había vuelto a ser prisionera. No tengo derecho a quejarme, en general, he tenido buena bienvenida y se me presentan muchas cosas para darme a conocer y valer. Es para lo que he venido... Pero necesitaba ya una videollamada familiar y verles, escucharles... son vitamina para la rutina. No se imaginan la falta que me hacen y me harán, cada vez que regrese a casa de la jornada... Gracias.

Ahora a descansar, mañana a seguir visitando lo que podría ser futuro y largo hogar en Hong Kong. Doce horas caminando, descubiendo. Doce horas.












No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario ;)